Deseamos más tiempo para poder descansar de nuestras actividades y responsabilidades diarias. Sin embargo, cuando tenemos el tiempo, lo utilizamos para llenarlo con más ocupaciones, que harán que volvamos a desear un descanso.
Desde el punto de vista sociológico este síndrome se puede explicar como un estilo de vida aunque no como una enfermedad ya que no corresponde a un trastorno mental.
La expresión del síndrome de la vida ocupada viene a completar todo lo que ya sabemos, decimos y experimentamos sobre la vida acelerada y exigente que llevamos relacionada al ámbito laboral.
Los creadores de la expresión hacen hincapié de las consecuencias en la hiperestimulación y la actividad excesiva en la memoria, ya que provocan olvidos y falta de concentración.
Tiene mucho sentido, porque si atendemos varios estímulos de una sola vez, la atención que podemos poner a cada una de las actividades es más superficial que si los atendiéramos de uno en uno durante el tiempo suficiente.
A pesar de que se basa en algunos estudios, eso no quiere decir que deba ser entendido como un trastorno mental.
¿Qué nos lleva a ocupar nuestra vida más allá de los límites de la salud psicológica? O ¿Por qué nos mantenemos constantemente ocupados? Algunos de los motivos podrían ser los siguientes:
En ocasiones el síndrome de la vida ocupada lo percibimos como la consecuencia de vivir en un entorno altamente demandante que, por diferentes motivos, no le ponemos un límite. Esto nos lleva a una sensación de estar en un entorno altamente estresante que poco podemos hacer, por lo que no nos planteamos poner límites y así nos mantenemos en una rueda constante.
Estar llenos de actividades y ejecutarlas más o menos bien, es un medio para sentirnos suficientemente estimulados. Estar ocupados nos estresa, pero a la vez es gratificante, ahuyenta el aburrimiento, aporta sensación de actividad vitalidad y eficacia.
Muchas personas sienten que estar llenas de cosas y actividades les da un sentido a sus vidas y se sienten que son eficaces.
Esto no es del todo saludable, tarde o temprano puede acabar volviéndose en nuestra contra.
Es importante proteger nuestra autoestima, autoconcepto y la autoimagen, todo lo que forma parte de nuestra identidad.
Se puede ver como una estrategia para no afrontar ciertas circunstancias y adaptarnos a ellas, aunque tenga un alto coste a nivel de bienestar psicológico.
La soledad, el silencio y la inactividad, pueden resultar muy amenazantes para nuestro equilibrio psicológico, especialmente cuando no nos hemos familiarizado con ciertas situaciones.
Algunas personas las experimentan como algo desagradable, cuando los “ruidos” exteriores se detienen, empiezan a aflorar sentimientos, conflictos internos o sensaciones con los que no estamos cómodos y surge la necesidad de huir de ellos.
Mantenernos ocupados suele ser muy útil para desconectarnos de asuntos de nuestra vida que nos desagradan o que requieren de un esfuerzo emocional extra. Tener mecanismos para regular nuestro malestar psicológico es saludable, siempre y cuando no se lleven al extremo y acabemos extenuados o desconectados.
Todo exceso es malo para nuestra salud…